domingo, 22 de marzo de 2009

lunes, 16 de febrero de 2009

teoria de jomer sobre ....



la ballena con patas :
Para ilustrar el post anterior creí oportuno incluir una fotografía de arroaces en libertad y otra con el cadaver de un delfín, víctima de las redes de la muerte. En ninguna de las dos imágenes se puede ver sus colas, que, como todos sabemos, se disponen en un plano horizontal a diferencia de los peces óseos y tiburones. Y ya tenemos la inevitable pregunta: ¿por qué razón los mamíferos marinos adoptaron esta solución?

Rebobinemos 55 millones de años atrás, al Eoceno temprano. Si os digo que eso de la foto del encabezado es una ballena, creereis que me he equivocado rotundamente. Y tendreis razón, aunque no del todo. Es evidente que no se trata de una ballena, pero lo que estais viendo es la recreación virtual* del Ambulocetus natans, antepasado de los cetáceos actuales.

Por entonces, los primeros fósiles de lo que más adelante serían cetáceos todavía no disponían de la potente aleta caudal de las ballenas y delfines actuales. Eran de vida anfibia, y cuando estaban en el mar su principal fuerza propulsora la generaban las extemidades posteriores. Pero en la dura competición por el alimento y el espacio no bastaba con saber nadar, sino que hacerlo bien constituía una enorme ventaja. Su desplazamiento en el agua mejoró cuando añadieron las ondulaciones dorsoventrales de la espina dorsal. La forma de las vértebras, modeladas para la vida terrestre, hacía que este movimiento fuese mucho más eficaz que intentar imitar el sentido lateral de los peces.

Con el paso del tiempo, las oscilaciones de la columna fueron ganando importancia, y se fue desarrollando, por selección natural, una aleta caudal horizontal que permitía nadar mucho más rápido. Las extremidades posteriores se fueron perdiendo, y hoy en día sólo quedan vestigios de huesos entre la musculatura de algunos cetáceos.


Esto que acabo de contar, que probablemente ya conociais y que os parecerá obvio, fue unos de los grandes problemas con los que se encontró Darwin para justificar, con ejemplos sólidos, su teoría de la selección natural. Y como cabría esperar, fue uno de los principales refugios de los obstinados creacionistas, empecinados en ridiculizar las tesis darwinianas.

El motivo de la discusión era simple: si unos mamíferos terrestres se fueron modificando para adaptarse a la vida en el mar, lo normal sería que pudiésemos hallar registros fósiles de formas intermedias. Es decir, una especie de ballena con patas, o algo así. No les faltaba razón a los creacionistas, ya que esta prueba no aparecía por ningún sitio. Hasta el año en que nací yo.

Aparece el cetáceo andador que nadaba
En 1966 se produjeron -al menos- dos grandes acontecimientos. El principal fue que nací yo (sin duda, para mí lo fue), y el segundo, que se descubrió la ballena más antigua, el Pakicetus. A la luz de su estudio anatómico, fue considerado como un mamífero anfibio, pero como pruebas tangibles sólo se disponía de los huesos del cráneo, y el quiz consitía en hallar patas y que éstas funcionaran. Más adelante se descubrió el Basilosaurus, que al principio fue confundido con un gran lagarto –de ahí su nombre-. Tenía unas extremidades posteriores completas, aunque diminutas, y esta cuestión de tamaño ya bastó para que los creacionistas no dieran su brazo a torcer.

Hubo algunos descubrimientos más, todavía insuficientes, hasta que, en 1994 –hace sólo 11 años- se publicó en Science, un artículo llamado “Evidencia fósil del origen de la locomoción acuática de los cetáceos”, que trata sobre el descubrimiento -en el mismo sitio que el Pakicetus- del Ambulocetus nadans, que, por fin, cumplía con todos los requisitos "exigidos" por los creacionistas para ser considerado como una forma intermedia entre los mamíferos terrestres y los cetáceos. Su descubrimiento fue, en palabras de Gould, como hallar una "pistola humeante", prueba fehaciente de las tesis darwinianas.

viernes, 13 de febrero de 2009